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miércoles, 5 de enero de 2011

CURIOSIDADES. Recetas

 Recetas para  hacer el hogar mas confortable

El antiguo "pomander"

   Una naranja común llegó a ser un precioso amuleto que llevaban los cruzados en Tierra Santa.  Hoy el "pomander" vuelve con funciones mas modestas como la de perfumar el ropero.

   Durante el siglo XVI a pesar de que las brujas y alquimistas estaban bastante de moda, la gente tenia costumbre de adornarse con pequeños saquitos que contenian pastas olorosas, algodón empapado en aceite aromático o simplemente hierbas perfumadas.  Su uso se hacia particularmente necesario dada la escasísima atención que se le prestaba a la limpieza personal.



 

En los museos de París se conservan todavía las "boules de senteurs" en oro y piedras preciosas tan de moda en los tiempos del Rey Sol, que tenían la función de los búcaros florentinos, jarrones moldeados con especiales arcillas olorosas que provenían de España y que servían para perfumar el aire de las estancias; con la tierra de "búcaro", se hacían también  pastillas que se ponían en los huecos de las linternas de los candelabros para que el calor hiciese desprender de ellas un perfume más intenso.


   Entre todos estos objetos destinados a llevar un poco de perfume a las paredes de los palacios patricios y, con el perfume, la ilusión de que en los ambientes así aromatizados las enfermedades tuviesen menor probabilidad de extenderse, encontramos también el "pomander".







De los pomanders de oro a la naranja común

   El origen de este pomander se remonta a la Edad Media, cuando los cruzados partian a Tierra Santa, conscientes de que tenían que afrontar toda clase de peligros, luchas y enfermedades.
   Las mujeres de los cruzados con el fin de confiar la salud de sus esposos a un infalible talismán, ponian en los cofres donde llevaban el ajuar sus maridos, una "manzana de Portugal" oportunamente preparada según una receta que aseguraba la inmunidad contra la peste y otras enfermedades.
   La preparación del pomander es muy sencilla: basta revestirla totalmente con clavos del clavero, fijándolos en la corteza dejando la menor distancia posible entre uno y otro. Terminado el trabajo, la naranja se transforma en una especie de pequeño puerco espín, que despide olores de especias.
   Las damas de la Edad Media ponían el pomander en el horno ligeramente templado durante una noche, y a la mañana siguiente encontraban la naranja seca y con la corteza perfectamente soldada alrededor de los clavos, no faltaba sino atar en la cruz el pomander con un lazo rojo (en señal de amuleto) y esconderlo entre camisas y vestidos  pronunciando una cuidadosa oración para pedir salud y salvación para el guerrero.
   Al cruzado que llegaba a Tierra Santa, la aromática naranja le traía el recuerdo de la casa lejana, de su familia...
    En esta simple atención de las mujeres, las hermanas y madres de los cruzados, se inspiraban los plateros de aquellos tiempos, que comenzaron a modelar pomanders de oro y plata, de forma esférica, con piedras preciosas, grabados, guarniciones de esmalte y pequeños medallones de camafeo.  Sobre estas joyas se aplicaban pastas especiales olorosas y pastillas perfumadas con perfume de rosa.  mas tarde los pomanders de oro y plata fueron sustituidos por los de cerámica, elaborados en las fábricas de Meissen, limoges, Wedgwood, Bassano, Faenza y Ginori, destinados a perfumar los grandes armarios de los castillos y palacios de la época.  Hoy en día vuelve a primer plano el pomander, y de nuevo se ven los hechos con cerámica conteniendo algodón empapado en esencias especiales.

  Pero el pomander mas barato y fácil de preparar es el que tiene como base las naranjas y se realiza como aquellas "manzanas de Portugal" cubiertas de clavos aromáticos.
   Preparar un pomander de este tipo es muy sencillo, se cubre la naranja con los clavos en toda su superficie, como se ha indicado anteriormente, y se coloca en un recipiente de madera y ponerla cerca de un radiador o de una estufa.  El aire caliente es suficiente para secar el fruto, y mientras se seca podemos percibir en toda la casa el agradable y fresco aroma que desprenden.  Finalmente la naranja perfumada, atada con un cordoncillo, podemos colgarla en el interior del ropero y bien pronto, la ropa  adquirirá un agradable perfume, de un frescor dificilmente descriptible.

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